Voluntariado SENIOR. La experiencia finlandesa

Hace largo tiempo que la Cruz Roja Finlandesa lleva a cabo programas para ancianos. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Sociedad Nacional no sólo se dedicó a la reconstrucción sino también a las personas mayores desplazadas de la zona anexada por la Unión Soviética. Durante el decenio de 1950, se creó un sistema de visitas a domicilio a los ancianos vulnerables, recurriendo a voluntarios que establecían lazos de amistad con ellos, les ayudaban a hacer las compras y la comida, y los acompañaban al hospital. Este programa se amplió y la Cruz Roja ofreció formación y salarios a los asistentes a domicilio. Este servicio cesó a finales del decenio de 1960, ya que a medida que Finlandia iba siendo más rica, el gobierno amplió su condición de Estado providencia, estimando que las ONG no debían encargarse de facilitar tales servicios. La intervención de la Cruz Roja se redujo a visitas a domicilio amistosas a los ancianos. La recesión de principios del decenio 1990 llevó a reducir el gasto público, y la Cruz Roja volvió a entrar en la brecha. La labor aumentó, completando imaginativamente el cuidado en la comunidad que el gobierno ya no podía ofrecer. El sistema se ha basado en una red de unos 10.000 voluntarios de Cruz Roja, la mayoría mujeres maduras, y en los últimos años ha sido subvencionado por fondos de la lotería nacional.

Sin embargo, como gran parte de la generación mayor de Finlandia ya no es pobre y puede permitirse pagar la atención, la empresa privada puede proporcionar estos servicios, cada vez más profesionalizados. Las autoridades locales seguirán siendo responsables del cuidado, pero se lo procurarán en otras fuentes: el sector privado y las ONG. La Cruz Roja Finlandesa ha respondido a la nueva situación creando un plan de prestación de servicios en el que los voluntarios estarán respaldados por profesionales. Dado que más de 15% de la población tiene más de 60 años, la demanda aumenta y el nivel de prestación sigue siendo inferior al de la época anterior a la recesión.

Indudablemente, los voluntarios son un recurso que sirve de inspiración. En Esboo, cerca de Helsinki, hay un centro comunitario que dirige un bibliotecario jubilado; se trata de un centro de actividades para personas mayores y representa una base a partir de la cual los voluntarios visitan a los más necesitados; organizan visitas al hospital; prestan apoyo psicológico a quienes están de luto y aislados, y tratan de motivar a los desvalidos. La repercusión de los servicios profesionalizados en los voluntarios aún está por ver. Si representa un compromiso de principios básicos o una respuesta de la Cruz Roja frente a un entorno cambiante es un debate que se entablará en el Movimiento en los años venideros.